sábado, 28 de enero de 2012

16 minutos.

¡Qué capacidad para olvidar tienes, mujer! Te ha durado mi cariño bien poco. Ahí está, tirado en la cuneta de la avenida del "Ya nunca podrá ser".

Hay tantas y tantas historias que podrían haber contado de nosotros. Me hubiera gustado contarle al mundo cómo nos conocimos, cómo crecimos como personas a través de nuestra compañía. Cómo nos gustaba asustarnos viendo películas de miedo. 

Me hubiera gustado contar nuestras anécdotas. Cómo fingía asustarme de cualquier cosa por hacerte sonreír. O tirarme hasta altas horas de la mañana, fingiendo que no te quería, fingiendo que eras una amiga tan sólo por sacarte de tu infierno. Contándote mis aventuras y desventuras... haciendo sufrir a tus vecinos con tus carcajadas...

Pero ¡qué facilmente lo has olvidado!

Es cuanto menos irónico... Estuve dispuesto a olvidar mi infierno por llevarte al cielo y llegaste tú y me devolviste a su fuego de la forma más cruel...

Me siento como un adolescente frustrado... Me encantaba cuando abrías la veda y cazaba tus besos como podía. Cuando te abrazaba y el aire y el mundo olía a tí... sonaba como tú... eras tú...
Cuando me mirabas y cambiábamos de polaridad... Unas veces positiva... otras veces negativa... pero siempre me atraías. Éramos pura física...

Pero claro... eso tú lo has olvidado ya.

domingo, 22 de enero de 2012

La luna nunca ha estado tan triste.


Se dio la vuelta y abrió la puerta. Ni siquiera se giró para mirarme.
Cuando la puerta se cerró, ocultando su figura tras un muro de cemento y madera, supe que aquella noche volvería a ver esa misma escena en mi desvelo. No me equivocaba.
La madrugada llegó como llega el invierno a las hojas verdes y se agarró el insomnio a mí como una quinceañera enamorada. Aún recuerdo cómo brillaba la luna a través de los cristales de mi ventana mientras miraba al infinito, con la esperanza de encontrarte allí.
Había cargado el aire con mis pensamientos y sonaba una suave "Tristesse" de Chopin en mis altavoces. Pocas veces en la vida me he sentido tan débil.
Hemingway dijo una vez que los hombres no están hechos para la derrota. Que podrías ver a un hombre destruído, pero no a un hombre derrotado. No sabía si darle la razón o discrepar con todo el respeto que me permitieran mis confusas ideas sobre la derrota.
Empecé a asimilar a regañadientes que te habías ido sin intentar siquiera comprender por qué. Tus ideas y las mías siempre han divergido, no hay quien te entienda.
Escribo esto ahora porque tal vez, y eso espero, mañana esté lo suficientemente feliz y cuerdo como para pensar que estas palabras son estúpidas y arrepentirme de haberlas escrito pero ahora, en este momento, en este universo... Tenía que escribir que la luna nunca ha estado tan triste en mi cielo nocturno.