El primer problema ha surgido a la hora de vestirme, ya que no tenía ni puñetera idea de qué ropa ponerme. Siempre suelo ir en vaqueros, pero la verdad es que para ir a la vía verde en vaqueros... no es plan xD.
Después de recoger mi bici, salgo disparado hacia la plaza de la ermita de la virgen, que ha sido, frikimente hablando, nuestro punto de control. A las 9:20 todos allí.
Aunque he salido con aires de "hoy me voy a comer el mundo" la verdad es que 5 minutos después ya estaba que no podía con mi alma, y es por una sencilla explicación: MI SILLÍN. Aparte de que el jodío sillín se ha empeñado desde el principio a colocárseme tipo tanga, estaba demasiado bajo, y la manivela para colocarlo bien está un poco chafada, así que a lo largo de todo el viaje he tenido que ir subíendolo. ¡Vaya mierda!
Todos hemos ido dando lo mejor de nosotros mismo, lo cual deprimiría a cualquiera, sabiendo que a los 10 minutos ya estábamos echando los pulmones por la boca.

Después de un número ingente de paradas llegamos al primer Checkpoint, que ha resultado ser una pequeña mina de Galena que sólo poseía una galería, ahora derrumbada. Después de echar una ojeada salimos de nuevo.
Tras unos cuantos cientros de metros, nos estaba esperando el gnomo guardián de la vía verde, había digievolucionado a PO, y nos miraba con rabia asesina.
Después de avanzar con esfuerzos épicos y sobrehumanos por las cuestas que se presentaban ante nosotros, llegamos al segundo Checkpoint. Una urbanización de casas, como diría mi amigo Javi: "De esas que sólo ves en CSI MIAMI".
Descansamos un poco y se nos ofrecen dos posibilidades.
O bien tiramos una cuesta hacia abajo donde hay unos contenedores repletitos de avispas y abejas, a las cuales soy alérgico, para después meternos una cuesta arriba de un 30%. O bien tirabamos por un camino angosto y desconocido.
Sopesándolo detenidamente decidimos ir a pelo por la cuesta hacia abajo. La cual nos hace pillar 3 veces la velocidad del sonido y tener que frenar poniendo a riesgo tanto nuestra integridad física, dental y espiritual como la de nuestra propia bici, la cual tampoco es desechable.

Media hora después nos adentramos en lo más oscuro de unos matorrales de esos que te pegan unos latigazos de la hostia y que te hacían echar de menos a tu mamá. Nieves pronto descubrió que su vejiga podría fácilmente ser usada como ejercicio de optimización y deseó que fuera de volumen máximo.
Seguimos un sendero inpracticable hasta para las cabras después de llegar a la Cruz y tiramos un par de piedras de considerable tamaño por un agujero tan profundo que reí hacia mis adentros imaginando a Camisillas bajar por él en bici tocando una bandurria eléctrica, en el eje negativo de la Y, obviamente. Los frenos de la bici de Nieves, bastante machacados debido a la considerable velocidad que su bici habia adquirido (bienvenidos al mundo del sarcasmo) se fueron a tomar por rabadilla, pero Antonio y su mochila que mataría de envidia a la mismísima Mary Poppins consiguieron hacer un apaño apreciable.
Echando una cantidad que el Sistema Internacional aún está estudiando crear de sudor y sangre llegamos por fin al punto
final, una mina donde había un hoyo del tamaño del ano de un Balrog donde habían crecido las plantas y las botellas de agua por doquier y un agujero profundo donde la gente había echado los desperdicios y que expulsaba un humo con cierto regustillo a azafrán. Obviamente nosotros aportamos nuestra ración de MI-MI-MIERDA!!!!! a la mina, con lo cual nos sentimos autorealizados y contentos.En ese descanso nos tiramos a la comida como si nos fuera la vida en ello, yo no masticaba, engullía los bocadillos de jamón como los patos mientras introducía zumo y bebida isotónica a partes iguales por los orificios nasales. Mientras dábamos vueltas como maricón en feria de Canena. Nieves se pinchó el culo con lo que al principio pensó que era un pincho, después resultó ser un ñu que se hallaba allí escondido.
Cuando nos encontrábamos en tal extasiamiento culinario en el que nos comíamos hasta los hongos de las piedras, llegó un hombre que nos indicó muy amablemente que nos fuéramos de allí que aquello era de no se quién y que podían denunciarnos. A lo que Javi contestó con elegancia con tal corte de manga metafórico que Edgar Allan Poe se retorció en su tumba.
Finalmente, recogimos nuestras inmundicias y nos preparamos para emprender el camino de vuelta.
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